Las diferencias de situación, contexto y sensibilidad no empañan el tema fundamental que reúne a estos notables escritores: una cierta pulsión vitalista que se propone enfrentar la crueldad del mundo, su lenguaje vacío y sus mecanismos de sujeción. Frente a la arbitrariedad del poder laboral siempre hubo estrategias de resistencia: la ironía, la abstención, la simulación y la redundancia son modos ambiguos de la obediencia. “El techo de incienso” de Horacio Quiroga y los Cuentos de la oficina de Roberto Mariani nos ofrecen un testimonio extraordinario, de una escritura fina, detallista hasta la obsesión, que permite traslucir una picardía socarrona cuando advierte el lado absurdo de las cosas.