Fausto Burgos (1888-1953) nació en Tucumán, aunque pasó la mayor parte de su vida en San Rafael, Mendoza, ciudad donde se instaló luego de una larga peripecia por Salta, Catamarca, Buenos Aires y la Puna jujeña. Esta última, geografía que demarcó patentemente el perfil de toda su literatura. Fue un escritor prolífico, reconocido en su tiempo pero olvidado con el paso de los años. Sus obras tocaron la temática rural del noroeste argentino con una originalidad impensada, totalmente desposeída de sentimentalismo y nostalgia regionalista. Le dio voz a la denuncia del trabajador oprimido en la zafra, en el ingenio o la salina, siempre yendo por caminos inéditos que hicieron difícil su emparentamiento con otros escritores de su generación. En El salar, novela publicada en 1946, Burgos condensó la desgracia de un destino, el del porteño Carlos, que por capricho y ensueño arruina la vida de una familia salinera que se gana el sustento pobremente cortando panes en Salar Grande. El ambiente alucinatorio del desierto blanco conforma el mejor escenario para que Burgos pueda plasmar una realidad desconocida en las grandes urbes: la del poblador relegado, esclavo del patrón y sin mayor esperanza que la de pasar el día a día, en contraposición con la condición egoísta y abrumadoramente utilitaria del habitante citadino que solo viaja al norte para destrozar esa modesta cotidianidad.