Tres figuras cuyos nombres interpelan la conciencia histórica de cualquier argentino aparecen conjugadas aquí. Estamos ante tres jefes de Estado en el momento singular en que dan cuenta de la lengua del subalterno. Por esa cuerda, ya, disponemos de un indicio: con sus sendos diccionarios de lenguas indígenas, Rosas, Mitre y Perón asumieron el problema de la comprensión del habla de las multitudes a las que se propusieron interpelar, comprender y dirigir. Es decir: traducir. La política –y, más en general, la conducción de los hombres– se vuelve, así, dilema de lenguaje.