Un capítulo primordial de la literatura del país permanecería inexplorado si no se abordaran los primeros textos anarquistas. Desde fines del 1800, entre los rescoldos aún humeantes de la Comuna de París, se habría paso una vasta experimentación colectiva, con fuerte énfasis en la afirmación individual, que abarcaba grupos, consignas, formas de lucha, teorías políticas, y una amplia ensayística no exenta de ironía y de una prosa refinada y consecuente. Se abordaban temáticas hoy frecuentes en el menú de la corrección política –aunque sin las vetas problematizantes de aquel anarquismo– en torno a la igualdad de género, la solidaridad y la reciprocidad. Un horizonte libertario planteado como epopeya y práctica cotidiana, y un sindicalismo con fuertes impulsos emancipatorios que resistía la tentación economicista. La denuncia de la sociedad burguesa era santo y seña de esta literatura que, a su vez, producía sus propias formas expresivas. Reunimos aquí los folletos de los grupos La Expropiación y La Questione Sociale, activos promotores de la propaganda anarquista de aquellos años, que llamaba a la insubordinación frente a los poderes, al tiempo que bosquejaba la sociedad que se pretendía consumar como desafío e instinto cotidiano.